Sé que esta es una frase súper
utilizada para promover la buena voluntad y lograr que la humanidad se mueva y
actúe para cambiar lo negativo en positivo, el dolor en alivio y la tristeza en
alegría. Y también soy consciente de que simboliza la dimensión del impacto de
nuestras acciones (como dijo la Madre Teresa, es cierto que a veces sentimos
que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si
le faltara una gota). Pero hoy me gustaría darle un giro interpretativo e
interiorizar un poco su significado hacia nosotros mismos.
Supongo que no soy la única persona
sobre la faz de la tierra que con frecuencia duda de sus capacidades, y que a
causa de esa duda se “autosabotea” ante oportunidades y retos. Creo que es
totalmente normal que eso suceda; a fin de cuentas también ha sido una práctica
inducida –en parte- por la sociedad egoísta en que vivimos, esa que fomenta una
falsa humildad y que nos hace creer que es mejor no alardear de nuestras
fortalezas (como si demostrar para lo que somos buenos fuera ingrato.-La
ciencia está en la actitud que adoptemos en torno a nuestras virtudes y en cómo
las proyectemos hacia los demás-). Sin embargo, creo que definitivamente
debemos tener el pleno conocimiento de que ese autosabotaje no es más que un
temor mal manejado, que se apodera de nuestro estado mental y se acrecienta y endurece,
mientras aminora -sin razón- nuestra confianza, aun cuando el reconocimiento de
nuestros pares debería despejar cualquier duda.
Pues bien, esa duda funciona igual
que las enfermedades y adicciones: la realidad no cambia hasta que uno mismo reconoce
que hay algo mal en su comportamiento y busca la manera de revertirlo. A lo
mejor algunos requieren conversarlo con un amigo, un mentor, un psicólogo o un guía
espiritual. O tal vez sirva plantarse frente al espejo y hablarse claro, cara a
cara con el reflejo, y reaccionar. Sea cual sea el caso, el paso más importante
es reconocer la vulnerabilidad y trabajar en ella para disminuir su poder.
Porque el poder de uno también puede hacer que nos dañemos y quedemos varamos
en el camino, o impulsarnos a avanzar en un nuevo horizonte.
Lo siguiente es alimentar nuestra
mente y nuestro espíritu con palabras que construyan y vivifiquen nuestro ser. Podés
buscar un gurú del crecimiento personal que se ajuste a tus expectativas y
aprendé todo lo que podás para ser tu mejor versión de ti mismo. Leé un libro,
escuchá podcasts, observá videos… no necesitás grandes cantidades de dinero,
pero sí mucha determinación para aplicar los consejos y planes de trabajo que
te propongan para transformar la duda en acción. Recomiendo un gurú porque
generalmente ya tiene elaboradas una serie de propuestas que se apoyan entre sí
y que están probadas por grandes empresas a las cuales asesoran (John C.
Maxwell, Robin Sharma, Marcus Buckingham, y Joel Osteen son algunos de los
autores y conferencistas más conocidos y eficaces). Claro que el cambio no será
drástico de la noche a la mañana; verás los resultados tan proporcionalmente
como vayás aumentando tu confianza y tu determinación al crecimiento, pero
definitivamente te sentirás mejor cada día y cada vez que comprobés de lo que sos capaz.
Recordá lo que dijo Robin Sharma: “Tus dudas son farsantes. Tus miedos
son ladrones (quienes roban tu potencial –y los mejores días de tu vida-). Silencia
esas sombras. Y muestra al mundo tu luz. Merecemos lo mejor de vos.”. Animate y
crecé; verás como todo cambia.
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Si querés prepararte poco a poco antes de entrar a las grandes ligas con los gurús, te recomiendo dos libros introductorios que te pueden ayudar (ambos son de la editorial Taller del Éxito):
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de Brian Souza.
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