Pocos medios de
comunicación tienen un impacto tan integral en la transmisión de un mensaje al
mundo entero como lo tiene el cine. Aunque quizá es el recurso más caro en
relación a costos de producción, sin lugar a dudas es el más efectivo, directo,
real y universal en lo que se refiere a generación de opinión pública, ya que
presenta una infinidad de características que apelan a la emotividad y a la
condición humana.
En 1991, Kimball
Young definió el término opinión pública “como un juicio de valor, una
impresión, una interpretación de un hecho que se da en el seno de un grupo de
individuos con el fin de darlo a conocer a todos”, y además especificó que para
que un hecho o idea sea considerado tema de opinión, este debe cumplir con
cuatro requisitos indispensables:
Actual - Controversial - De interés - Del dominio público
Tal y como lo explica
Marshall McLuhan, existen medios a “bidimensionales” como los impresos o
radiofónicos, que involucran la participación de dos sentidos simultáneamente,
como la vista o el oído y la imaginación (y no por eso dejan de ser completos o
eficaces). Sin embargo, el cine es un recurso multidimensional: además de la
vista, el oído y la mente, puede llegar a desatar reacciones físicas e
impresiones emocionales duraderas ante la imagen en movimiento y el mensaje que
esta comunica, siendo todo esto provocado en un espacio y tiempo únicos. De
manera derivada podemos concluir que los medios audiovisuales nos influencian
cada vez más en la formación de nuestras actitudes y acciones, e incluso en la
formación de nuestras opiniones en temas sociales y hasta políticos, quizás
mucho más que la misma prensa, gracias a una experiencia casi vivencial.
El escritor,
cineasta, y crítico de cine Roberto Palmitesta amplía esta idea en su ensayo titulado
“El cine de tesis y la opinión pública”, al explicar que:
En efecto, medios como el cine y luego la televisión
(cuando transmite un filme con mensaje) tienen elementos emotivos y dinámicos
que no pueden ser comunicados efectivamente sólo por medio de la palabra, por
más que se utilice frases ingeniosas o ilustraciones impactantes. […] Los
comunicadores, ahora convertidos en valiosos asesores de publicistas,
relacionistas y políticos, conocen esas fortalezas de los medios audiovisuales
y las han aprovechado intensamente desde el inicio del cinematógrafo hace poco
más de un siglo. Ya mucho antes que eso, desde las primeras muestras de formas
gráficas, los hombres han utilizado el arte para expresar sentimientos e
influenciar al espectador para que concordara con sus emociones o mensajes.
Ahora bien, es
necesario aclarar que aún con todo el potencial de transmisión de emociones que
tiene la cinematografía, el uso de cada uno de sus elementos requiere un
planeamiento meticuloso y dirigido. En este sentido, la producción
cinematográfica es aún más rigurosa, pues las dimensiones de su impacto son
magnificadas no sólo en su amplísima pantalla, sino también en los miles de
asistentes a salas de proyección que buscan un rato de ocio y en ocasiones algo
más.
El desarrollo de
una película es un proceso basado ciento por ciento en la comunicación, de eso
no hay duda. En primera instancia, para concebir una película debe existir una
intencionalidad: el deseo de transmitir o compartir una idea; un concepto. A
partir de aquí, el guionista es el responsable primario de crear un argumento
no sólo realizable y coherente, sino también lo suficientemente atractivo como
para crear una relación con el espectador. Claro está, esta relación o vínculo
es el portillo para ganar terreno en la formación de opinión.
De un concepto a la opinión pública: el
camino hacia la persuasión masiva
Cual si fuera una
venta, una vez concluido el guión, el escritor debe construir su discurso para
convencer a la empresa productora de que su creación o adaptación es valiosa y
digna de ser realizable, y además, merecedora del apoyo popular. Si sus
mensajes fueron bien construidos, lo siguiente es persuadir al director y los actores
de que participen en su obra. Hasta este punto, y aún sin comenzar a rodar, el
proceso comunicativo ha sido el hilo conductor para llegar a realizar la
película. Tan sólo ha sido necesario contar con la convicción necesaria del
poder de una idea y las palabras o acciones correctas para llegar a los
realizadores. El guionista empieza a probar que puede convertirse en un
generador de vínculos y opinión.
Posteriormente,
inicia una segunda fase de planeación de la comunicación. A través de la
producción cinematográfica, todos y cada uno de los participantes involucrados
coordina milimétricamente cada elemento, expresión o movimiento para lograr una
reacción esperada en el espectador, una vez que vea la proyección de la
película.
En el cine, el
mensaje es sensitivo, nítido y explícito: “Lo que ves es lo que tienes”. La
semántica está dada, aún cuando no se recurra al lenguaje verbal. La simpleza
de contar con los escenarios ya definidos por el autor-director facilita la
estandarización en la decodificación del mensaje. Aún frente a una pantalla de
televisor (ni qué decir de las salas de proyección) la virtualidad de la imagen
se torna real y tangible: la intensidad de la luz, los movimientos de seres y
objetos, la velocidad de estos movimientos, las temperaturas, los aromas, los
sentimientos… Todo es perceptible a través de la pantalla. Siguiendo una
estrategia definida, el escenario, la composición de la imagen, el movimiento
de cámaras, los ángulos de las tomas, los sonidos de ambiente, la música, los
efectos especiales y todos los demás componentes del lenguaje cinematográfico
se conjugan detallada y sutilmente para despertar las reacciones más diversas
(e intencionadas). Colores fríos y oscuros e imágenes fijas y abiertas son los
aliados de la melancolía y en ocasiones el miedo. Mientras tanto, los colores
cálidos, el movimiento y los acercamientos se combinarán para revitalizar las
acciones y encender emociones llenas de adrenalina. Ahora, el poder de la idea
toma vida a través de la imagen y el sonido, y se impregna en el espectador, absorbiéndolo como un
protagonista más.
¿De qué forma interactúan estos mensajes
sobre el ser humano?
Esta transferencia
de sensaciones da pie al elemento esencial en la construcción de la opinión: la
afectividad. Tras un buen guión debe existir una gran producción, pero sin una
realización asertiva la película pierde su sentido. Es aquí donde la labor del
director es fundamental en el éxito del filme.
Todos los elementos
conjugados en el tiempo y el espacio deben acercar al espectador a la vitrina
de una realidad irreal –así de paradójico-, e inmiscuirlo dentro de la trama
como un protagonista- observador omnipresente. ¡Qué mejor opinión se puede dar
sino la propia experimentación! Tómese en cuenta que la vivencia real o virtual
sienta las bases de un criterio fundamentado. El ser humano se expresa con
decisión y fervor cuando comprende y se identifica con el tema a tratar.
Al observar una
película se experimentan diferentes niveles de interacción. En un primer nivel,
surge una experiencia sensorial
en el espectador. Desde su butaca, él mide las proyecciones y se deja atrapar
hasta interiorizarlas. Mucha de esta experiencia se debe también a las
condiciones del espacio de observación (un recinto cerrado con una megapantalla
que absorbe al público tan pronto inician los trailers).
Como segundo plano,
se establece una relación entre el lenguaje verbal/no verbal y el sistema
cognoscitivo: imágenes, sonidos fonéticos, sonidos musicales, ruidos y señales
que otorgan a la imagen una amplia gama de referencias culturales de
reconocimiento y codificación.
“Pasa en la vida,
pasa en TNT” dice el slogan del popular canal de cable. Con esto, se quiere dar
a entender que las películas no se ven; se viven, penetran en nuestros sentidos
de una manera tan íntima y tan inmediata que llegan a delimitar nuestra forma
de entender el mundo, debido al contenido ideológico y filosófico mediante el
cual se transmiten valores, se exaltan acciones heroicas o se reprimen
conductas indeseables en la sociedad. Este intercambio cognoscitivo corresponde
a una interacción social entre
los creadores de la película y su público, donde comparten o discuten las
normas, valores o creencias que influyen en el espectador por conveniencia
social.
En tercer lugar, todo
el mensaje cinematográfico origina una interacción humana y personal, puesto
que existe una identificación y proyección de los roles de los personajes con
la vida propia de los espectadores. El cine es un reflejo de las distintas
realidades que vivimos: nos muestran nuestros miedos, inquietudes, anhelos e
ideologías. Como medio masivo, el séptimo arte es un perfecto vehículo de
comunicación, sin importar si las películas son independientes o
superproducciones de Hollywood. Su ciencia radica en utilizar como eje central
un tema de interés abordado desde una óptica humana o social, donde el
espectador se vea involucrado.
Desde los inicios del cine, este medio fue utilizado
por comunicadores visionarios no sólo para entretener o para hacer dinero, sino
para expresar sus opiniones y hacer crítica social. De este modo se empezó a
mostrar –además de secuencias documentales, dramáticas o cómicas-- toda una
variedad de tramas inteligentes y polémicas, a veces prestadas de la literatura
y el teatro, que transmitían un mensaje diseñado para influenciar la actitud
del público y moverlo a cambiar opiniones y –quizás– modificar ciertas
situaciones sociales claramente inconvenientes. Los primeros intentos serios se
remontan a las películas de Griffith, quien con películas como El Nacimiento de
una Nación e Intolerancia quiso mostrar la génesis cultural de su país y
diversos conflictos históricos, comentando así sobre fenómenos como el
nacionalismo, la esclavitud, los abusos del poder y la intolerancia ideológica.
Había nacido en Hollywood el “cine de tesis”, medio que buscaba comunicar ideas
y mensajes, con prioridad –o simultáneamente- a la función de entretener o
lograr una ganancia financiera.
El cine de tesis y la opinión pública
Aunque generalmente
se ha sugerido que la creación de opinión a través del cine se genera a través
de documentales, lo cierto es que este no el único género mediante el cual se
puede lograr formar una actitud. El drama, la comedia, la biopic, el cine mudo,
las historias basadas en la vida real… en fin, existen tantas formas de lograr
transmitir un mensaje y crear empatía siempre y cuando el argumento y la
utilización de los recursos audiovisuales sean empleados en forma asertiva.
Películas como “Tiempos modernos” con Charles Chaplin como protagonista, han
servido como plataforma de crítica social ante la era industrial y las
condiciones laborales. Otras como “La Lista de Schindler” de Steven Spielberg
han moldeado las percepciones del público en torno al tema del genocidio judío
durante la Segunda Guerra Mundial. Un ejemplo adicional de un asunto todavía
más reciente es “Mi nombre es Khan” del director Karan Johar, en la que se
retrata la discriminación sufrida por un hombre hindú con síndrome de Asperger
en la sociedad estadounidense años después de los atentados del 11-S.
Sin embargo, estos
nos son los únicos temas en los que el cine ha tratado de crear conciencia o
generar debate público –aunque sea de forma sutil-. A lo largo de la historia,
directores, guionistas y productores han provocado argumentos de discusión y
opinión alrededor de tan variados como los siguientes:
- Religión
- Crimen organizado
- Corrupción política
- Tráfico de influencias
- Explotación laboral,
- Desigualdad racial y de género
- Conflictos bélicos, raciales, sociales
- Pobreza
- Justicia
- Derechos humanos
- Liderazgo
- Educación
Palabra e imagen empoderadas: la función didáctica del cine
En épocas donde ha prevalecido gradualmente el
racionalismo, o sea en los últimos tres siglos, se debió buscar maneras más
sutiles y efectivas –además de la oratoria y la palabra escrita– para
influenciar las opiniones de los ciudadanos, por lo que el realismo de la
fotografía –y luego la imagen en movimiento y la banda sonora– llegaron en el
momento oportuno gracias a inventores pioneros como Bell, los Lumiére, Edison y
Eastman. Pero más profunda aun ha sido la contribución de los productores,
directores, guionistas, técnicos de efectos y los actores, al posibilitar el
desarrollo del cine como el arte más dinámico e influyente del último siglo,
impacto que prosigue con más ímpetu durante la renovada popularidad de la
televisión satelital, que –además de difundir más ampliamente las abundantes
obras cinematográficas– está ayudando a informar, educar, entretener e
influenciar a grandes contingentes de personas en todos los rincones del mundo.
El cine de tesis y la opinión pública
Aunque el cine es
una gran fuente de entretenimiento, no se le puede ver única y exclusivamente
como tal. El cine, como medio de comunicación masiva debe ser aprovechado como
un recurso didáctico siempre que sea posible, partiendo si se quiere desde la
perspectiva de la narración histórica.
Dadas las
características comunicativas y transmisoras mencionadas en la sección
anterior, el cine funciona como una herramienta atractiva para favorecer el
análisis y la crítica de los temas que presenta. Puede además transmitir
conocimientos y dar pie a la propuesta proactiva, en donde se motive a los
espectadores a ser partícipes de una iniciativa o movimiento. El cine puede ser
también un vehículo de denuncia social, sin llegar a ser necesariamente
condenatorio. De este modo, el sétimo arte puede convertirse en un generador de
opinión pública, reafirmador de identidad cultural o disparador de innovación,
según sea el caso.
Así lo proponen
diferentes autores. Por ejemplo, Suzanne Langlois, profesora de Historia de
Glendon, se ha dedicado por muchos años a investigar el papel que juega el cine
en la formación de opinion pública. Para ella el cine es un medio que
ciertamente puede ser explorado a profundidad por los historiadores, dado que
es hasta hace poco tiempo que las películas han sido reconocidas como fuente
primaria de investigación científica. Su tesis de doctorado examinó la
proyección de la Resistencia Francesa a través del cine francés durante cinco
décadas. Posteriormente, en 2001 y con el apoyo de la editorial L’Harmattan,
publicó el libro “La Résistance dans le cinéma français: 1944-1994”.
Bibliografía
Rojas, W. (2008).
Opinión Pública y Cine [Diapositiva]. Heredia, 9 diapositivas
Palmitesta, R. (2002). El cine de tesis y la opinión
pública. Analítica.com. Accesado desde http://www.analitica.com/va/arte/dossier/7210911.asp
York University.
2012. Suzanne Langlois: Examining the role of cinema in shaping public opinión.
Accesado desde http://www.yorku.ca/yfile/archive/index.asp?Article=8438