viernes, 21 de marzo de 2014

Explicando la felicidad

Todos añoramos la felicidad más allá de la simple alegría, por ello muchas veces nos preguntamos cual será el camino para llegar a ella, y mejor aún, para mantenerse en ella. Pues bien, voy a revelar un pequeño gran secreto que a mí me ha funcionado a lo largo de los años sin falta.

Ese truquito es simple, pero su resultado es una emoción-sensación-estado mental de satisfacción y éxtasis inigualable. Y sé que lo que acabo de decir suena egoísta, pero en realidad tiene que ver más con los demás que con uno mismo.

La clave para ser feliz -al menos para mí-es una ecuación que combina mi propósito personal, el servicio a quienes me rodean, y una actitud de agradecimiento por todo lo que la vida me depara.

Mi propósito personal se centra en ser alguien con impacto positivo en los demás individuos que comparten sus días conmigo. La acción de servicio parte del principio de que todo lo que cosechamos se debe a lo que sembramos; así que para tener una vida sin grandes obstáculos primero hay que ayudar a despejar el camino de los otros de una forma desinteresada. Y la actitud de agradecimiento surge cuando aprendemos que todo -absolutamente todo- tiene una razón y un momento para ocurrir. De ahí que cuando comprendemos el valor de las experiencias y los momentos nuestra perspectiva de la vida cambia radicalmente.

En los últimos años, me he topado con conocidos a quienes tenía mucho tiempo sin ver. Compañeros, profesores, gente cuyo camino alguna vez se cruzó con el mío. Lo interesante de esto no es el simple hecho de reencontrarnos; es la reacción de emoción y aprecio que me expresan cuando nos vemos. Su saludo afable, sus expresiones, y su interés por saber como me ha tratado la vida son tan genuinos que me siento súper afortunada de recibir tanto afecto, y claro, me te cargan las baterías con una energía maravillosa.

Luego de conversar y despedirnos, hago un análisis mental y flash de lo que pasó, y la conclusión es básicamente la misma: estas personas me acaban de hacer sentir en el aire porque en su momento no tuve reparos en acercarme a ellos. Los escuché sin juzgarlos cuando ocupaban desahogarse, los trataba normal cuando los demás los alejaban, o simplemente hicimos conversación cuando necesitaban expresarse. Por supuesto que nunca tuve ningún interés particular... Solo hacía lo que me nacía (o procuraba mantener los buenos modales cuando no sabía qué hacer), sin considerar que luego esas acciones tendrían importancia para alguien, o que me harían sentir mejor de lo que podría imaginar, o que incluso me darían una lección sobre cómo dando se puede recibir y ser feliz.

Así que el gran truco es ese: dar lo mejor a conciencia en cada momento para luego recibir toneladas de satisfacción y buena voluntad. No esperemos a mañana para ser felices y agradecidos; entre antes actuemos, mayor será la ganancia y mejor la sensación.

















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