Este par de semanas anteriores he estado leyendo sobre diferentes temas, algunos por entretenimiento, otros por obligación, pero todos han convergido en la necesidad imperiosa de buscar cómo crecer como personas.
Pues bien, comencé leyendo algunos capítulos del libro de texto del curso de Gerencia porque tenía examen, y aunque muchos temas son ya rutinarios, la verdad es que son necesarios. Aspectos como los fundamentalismos de la administración, la toma de decisiones, el liderazgo y la motivación de personal me han recalcado que a menudo las personas que estudian para administradores –con el perdón de aquellos que son amigos y que espero no caigan en esta categoría- lo hacen porque esta es una carrera acomodaticia y que no lleva en sí el descubrimiento de una vocación. Pero antes de que me cuestionen, permítanme irles explicando a qué me refiero.
Al llegar a la “edad adulta” en que nos graduamos del colegio y debemos decidir qué queremos ser en la vida -o más bien a qué nos dedicaremos-, nos encontramos ante cientos de preguntas y posibilidades sin saber siquiera quiénes somos en realidad. No manejamos un concepto claro de nuestra identidad, nuestra cultura, nuestros valores, o incluso nuestros deseos. ¡Pero paradójicamente aún así debemos elegir!
Algunos pocos cuentan con la suerte de saber a ciencia cierta cuál es su vocación: artes, medicina, ciencias sociales, ingeniería… Otros vamos descubriendo o adaptando nuestro llamado en el camino (al mejor estilo del método científico de prueba y error, comprobando nuestras hipótesis de lo que nos podría funcionar, lo que podríamos hacer bien, y lo que nos haría sentir bien), pero otros se dejan enamorar por la cantidad de anuncios que aparecen en el periódico o en buscadores que atractivamente solicitan un “gerente”… Aaaah sí, qué lindo suena esa palabra que denota uno de los puestos más altos en las jerarquías organizacionales, una posición de estatus y poder… relativamente.
Algunos pocos cuentan con la suerte de saber a ciencia cierta cuál es su vocación: artes, medicina, ciencias sociales, ingeniería… Otros vamos descubriendo o adaptando nuestro llamado en el camino (al mejor estilo del método científico de prueba y error, comprobando nuestras hipótesis de lo que nos podría funcionar, lo que podríamos hacer bien, y lo que nos haría sentir bien), pero otros se dejan enamorar por la cantidad de anuncios que aparecen en el periódico o en buscadores que atractivamente solicitan un “gerente”… Aaaah sí, qué lindo suena esa palabra que denota uno de los puestos más altos en las jerarquías organizacionales, una posición de estatus y poder… relativamente.
Entonces se enfundan en cursos de razonamientos matemáticos, estadísticos y probabilísticos para manejar una empresa, pero lamentablemente no asimilan las bases humanísticas que les fomente la obligación de conocer sobre gestión de personal, pues para eso estará la gente de recursos humanos, o no? (esos que se centran en planillas, amonestaciones y archivo de expedientes). Pasa que se cultivan conocimientos sobre retorno de inversión y planeación estratégica, pero no de liderazgo ni de criterio. Y si estos conceptos no se inculcan en las aulas, no es de extrañar que los administradores tampoco se preocupen en adquirirlos por su parte (amigos, la lectura es trascendental para adquirir conocimiento, así que lean, lean de todos los temas que puedan, desde ideologías y filosofías hasta tecnología y tendencias sociales, hagan su propio coaching, crezcan y entiendan por qué para ser gestor de cambio y liderazgo es más importante conocer que sólo tener ganas de dirigir).
¿Qué dice un(a) gerente que considera que los piercings son una aberración por considerarlos un tabú sadomasoquista, o que cree que en realidad existe la publicidad subliminal, o que me pregunta qué pienso sobre un punto equis y al final me responde despectivamente “esa es su opinión”? ¿O uno(a) que al contarle mis inconformidades no tenga más palabras que “eso pasa, con eso hay lidiar” y corra a contarle a otro superior que estoy molesta en vez de ayudarme a canalizar el síndrome de burn-out? [i] Los ejemplos anteriores no son más que una muestra de prejuicios, carencia de información y apertura –eufemismo para ignorancia-, autosuficiencia e insuficiencia… todo lo contrario a lo que esperamos que haga la Dirección. La gestión de una empresa tiene un alcance más allá de la coordinación administrativa y numérica. El éxito de una empresa lo determina en gran medida el sentido de pertenencia, arraigo e importancia con que el capital humano trabaja, y con actitudes como las descritas anteriormente en definitiva no surgirá el convencimiento entre los “seguidores”, ni se les estará motivando a participar activamente en la organización.
Mi punto es que un gerente que no es líder realmente no logra a cabalidad su función. A fin de cuentas, qué es un líder sin gente que lo siga? Pues simplemente una figura que se reduce a una autoridad por posición. Pero para llegar a ser un líder verdadero, éste debe primero conocer sus capacidades, limitaciones y cualidades.
Mientras participaba en un foro sobre Cultura, me cuestioné y me recordé a mí misma que la cultura es en definitiva conocimiento, identidad, pertenencia, e individualidad en torno al colectivismo. Y eso aplica para todos los ámbitos de nuestro diario convivir, lo que me hico concluir que esa identidad es crucial también para el liderazgo. Administradores: sepan primero quiénes son ustedes y qué es lo que quieren lograr y por qué lo quieren lograr, si no tienen seguridad en sí mismos no podrán guiar a un equipo; es más, ni siquiera tendrán un equipo.
Ahora acabo de tomar “Wikinomics”, uno de los tantos libros que tengo pendientes por leer, y encuentro que su tesis termina de reforzar este planteamiento. De acuerdo a sus autores Don Tapscott y Anthony D. Williams, la nueva era de la Web 2.0 está funcionando debido a que, en conjunto, los participantes de la sociedad podemos brindar con trascendencia nuestros aportes al resto de la humanidad gracias a la conformación de comunidades. Comunidades donde no importa nuestro título, nuestra experiencia, nuestro renombre, en tanto la contribución que brindemos sea valedera y no egoísta; donde seamos valorados como individuos, no como empleados; donde la motivación surja desde nuestro interior porque logramos vincular nuestro conocimiento con un proyecto de beneficio común, no por unos papeles con valor de moneda.
En resumidas cuentas, en la colaboración masiva podemos ofrecer nuestro propio liderazgo a quien desee seguirlo y aprovecharlo, sin ser impositivos. El liderazgo fluye dentro de la interacción social, como parte de la naturaleza humana, y en tanto la mayoría de nosotros pueda ejercer una contribución significativa, la mayoría de nosotros podrá satisfacer las necesidades de pertenencia, estima y autorrealización que nos completan como seres humanos.
[i] Yo cuestiono esas preguntas con las siguientes: ¿Es que los indígenas eran sadomasoquistas por sus perforaciones en lugar de demostrar su pertenencia a tribus o castas? ¿Es que las empresas económicamente poderosas no buscan a los mejores talentos creativos para sus campañas sino que deciden arriesgar su reputación y van a invertir su tiempo en propaganda morbosa? ¿Para qué me preguntás qué pienso si ni te interesa saberlo porque me cortás la conversación o no considerás que lo que digo tiene valor? ¿Para qué trabajás con seres humanos si no podes atenderlos?
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