domingo, 29 de diciembre de 2013

¿Nacemos cabronas o nos hacemos cabronas? En realidad somos personas

Si me preguntan cómo me enteré de la existencia de este libro, se podrían reír con mi respuesta. Fue mi papá quien me lo mostró durante una de nuestras visitas a la librería: "Manual de la Perfecta Cabrona", de Elizabeth Hilts. "Consejos para estar segura de una misma y no dejarse pisotear". Lo ojeé y me pareció interesante. Llegué a casa y en una hora y media lo había leído...Fue una compra impulsiva y definitivamente creo que debí haberlo revisado mejor.

La idea central de que toda mujer debe darse su lugar en el campo donde se encuentre es un principio social básico y con el cual estoy de acuerdo al 100%. De hecho el principio es que todo ser humano debe darse su lugar siempre. Sin embargo, lo que me molestó del libro fueron sus trazos feministas (nunca he podido con esos extremos desbordados).


Mi visión de mundo siempre ha partido desde la perspectiva del individuo, nunca de género, a lo mejor porque nunca sentí esa división o condicionamiento ni en mi casa ni en la escuela. Por eso creo que soy afortunada -sé que la realidad de muchas mujeres en el país y en el mundo dista mucho de mi experiencia-. El caso es que el argumento del libro aboga porque las mujeres reclamemos lo que es nuestro bajo nuestros términos, sin dependencias ni condescendencias. Y bueno, ¿no debería ser así para todas las personas? Vivir al margen de otros no es una limitación propia del género femenino. Hombres y mujeres por igual, jóvenes, adultos y viejos, tímidos e introvertidos experimentamos muchas situaciones que nos hacen cuestionarnos cuáles son los límites de la libertad y de la subordinación. Pero, sólo hasta que aprendemos a respetarnos y amarnos por ser quienes somos es que nos decidimos a vivir nuestras verdades. 

El tono que utiliza la autora me indispone un poco, o bueno, más bien, mucho. Yo creo que para hacernos notar y empoderarnos no es necesario alzar la voz, o ser tan tajante al interactuar con otras personas. Podemos hacerlo con buenos modales, buenos argumentos y sobre todo demostrando cuánto valemos según nuestras propias acciones. Lo que hacemos comprobará si lo que decimos es verdadero. Actuar con reproche y desafío en realidad no nos hará ganar nada ni nos llevará a ningún lugar. Debemos recordar que en la vida todo es un proceso de negociación: uno desea hacerse notar y ganarse un espacio, y una vez que se gana, hay que esforzarse por conservarlo. Querer y obtener no es lo mismo que mantener. Por eso me sorprende sobremanera una de las citas que la autora utiliza como epígrafe al iniciar cada capítulo:


"Hasta que no pierdes tu reputación, no te das cuenta 
de lo pesada que era ni de lo que es realmente la libertad".
- Margaret Mitchell





¿De verdad se puede ser tan ingenuo como para creer que la reputación no vale la pena? Por supuesto que uno no debe vivir bajo los estándares de otros ni atarse al qué dirán, pero la imagen siempre es importante y dice más de nosotros que cualquier gran presentación. Una buena reputación sí da libertad: libertad de ser feliz, respetado, vivir tranquilo y sin remordimientos. Por el contrario, una mala reputación puede hacernos perder oportunidades, además del sueño. Bien lo dijo Warren Buffet: "Crearse una reputación toma 20 años, pero bastan cinco minutos para arruinarla".



Así que en resumen creo que el concepto general del libro estuvo lleno de buenas intenciones pero se llenó de cargas extremistas y "victimistas" que lo hacen cansón y hasta salido de época. Todos los seres humanos merecemos vivir bien, con las mejores condiciones, aportando nuestros mejores esfuerzos y con las satisfacciones que mejor nos hagan sentir, pero nunca debemos olvidar que ante todo, que la dignidad nos la damos nosotros mismos, dándonos nuestro lugar con respeto y respetando la individualidad de los demás.




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